Hay sangre por doquier, las hermosas paredes blancas ahora tienen un divertido tinte carmesí, estoy sentada en la butaca, cansada, algo pesa en mi mano izquierda, es una extraña figura africana que compré en un mercado en Kenia.
Hay sangre por doquier, las hermosas paredes blancas ahora tienen un divertido tinte carmesí, estoy sentada en la butaca, cansada, algo pesa en mi mano izquierda, es una extraña figura africana que compré en un mercado en Kenia.
Recuerdo que aquellos amigos que me visitan cada sábado llegaron hace pocas horas, para variar la conversación se fue tornando absurda y una vez más mi mente empezó a divagar, como me sucede normalmente. Los vi ahí sentados, parloteando, contando absurdos chistes que nada interesan, hablando lo mismo de siempre. Y simplemente empecé a pensar en cómo poder deshacerme de ellos, fui analizando minuciosamente la situación.
Son dos pensé, y yo una, tengo una ventaja, al primero podré golpearlo sin que esté precavido de un ataque, el segundo quedará tan consternado por la situación que en un inicio no sabrá qué hacer. Calculé fríamente mis movimientos, la estatua estaba al alcance de mi mano, solo debía ser inteligente y atacar primero al más fuerte, que coincidencialmente era el que estaba sentado a mi lado. Reí para mis adentros. Y de un salto le encajé un golpe en la sien, un hilillo de sangre empezó a correr por su rostro.
El que aún quedaba ileso, empezó a gritar mi nombre y que me detuviera, pero yo seguí con mis instintos y le encajé un golpe en la nuca que lo tiró directamente al piso. Ahora con más tranquilidad fui a la cocina y agarré en hermoso cuchillo con brocado nacarado que me habían regalado cuando me gradué de chef. Fui lentamente al living y empecé mi carnicería una cuchillada por aquí otra por acá, las paredes se van tiñendo de sangre y ellos gritan del dolor, mientras yo rió con satisfacción.
Mi trabajo ha terminado, pienso cuando les veo desangrándose en el piso. Las hermosas paredes blancas ahora están teñidas de carmesí. Me imagino que los vecinos han llamado a la policía al escuchar tantos gritos, se escuchan sirenas acercarse, me llevan, no pongo ninguna resistencia. Al fin hay silencio, jamás tendré que volver a escuchar sus parloteos, una vez más río y esa pequeña risa se va convirtiendo en carcajada.
Verónica Terán
@VeronikTeranV
http://www.misteriosarealidad.com
Más cuentos de terror aquí:
¿Te atreves a leer?
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Que mujer Dios!Cuando termino de leerlo pienso esto lo ha escrito una señora,más veo la firma y es así, que buena me alegra poder leerla...
ResponderEliminar-Yo rió con satisfacción -grande...
Saludos en la distancia