Los días son eternos, las noches insoportables ese grito no se silencia, a cada momento es lo mismo, pide ayuda desde cada rincón de mi cerebro, el grito se va incrementando y lo escucho como un eco que bombardea cada cavidad de mi cabeza. Se que está ahí dentro porque no importa en el lugar en el que me encuentre lo escucho.
Los días son eternos, las noches insoportables ese grito no se silencia, a cada momento es lo mismo, pide ayuda desde cada rincón de mi cerebro, el grito se va incrementando y lo escucho como un eco que bombardea cada cavidad de mi cabeza. Se que está ahí dentro porque no importa en el lugar en el que me encuentre, lo escucho.
Mi vida ya no es vida y peor aún mía, ese aullido de dolor maneja cada segundo de mi existencia, fui varias veces al cementerio a visitar su tumba a ver si así se calmaban los alaridos, pero simplemente nada ocurre, cuando estoy en ese lugar rodeado de muerte, solo se intensifican mis sentidos y escucho cada murmullo de aquellos otros que gritan a los suyos pidiendo ayuda.
El problema para mi es que yo si logro escucharlo, desde el día que murió lo único que pide es que lo ayuden, que lo saquen de ese oscuro lugar en el que según él, alguien lo encerró. Ese es el problema de toda esta situación, que no se da cuenta que nadie lo tiene atrapado si no que está muerto.
He intentado razonar con él, pero simplemente no hay forma, no escucha solo sigue con sus gritos ensordecedores. Y yo sigo sin tener un momento de paz. Ayer hice algo radical, me corté las orejas para dejar de escucharlo, pero eso no funcionó, así que seguí cortando y rebanando hasta que llegué a lo más profundo de mi cerebro, y por fin esos aullidos se detuvieron, el único inconveniente es que ahora yo también grito desde mi tumba.
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