Se dice que las grandes capitales de hoy han perdido todo su misterio y que las tradiciones e historias más oscuras sobreviven, arrinconadas, en pueblos pequeños y alejados de las metrópolis. No es cierto. Madrid, la capital española, tiene un flamante ejemplo. Hablamos del Palacio de Linares —también conocido como Palacio de Murga o Casa de América—, un inmueble que es conocido, sobre todo, por las historias de fantasmas que se tejen a su alrededor.
Se dice que las grandes capitales de hoy han perdido todo su misterio y que las tradiciones e historias más oscuras sobreviven, arrinconadas, en pueblos pequeños y alejados de las metrópolis. No es cierto. Madrid, la capital española, tiene un flamante ejemplo.
Hablamos del Palacio de Linares —también conocido como Palacio de Murga o Casa de América—, un inmueble que es conocido, sobre todo, por las historias de fantasmas que se tejen a su alrededor.
En 1872 los marqueses de Linares —José de Murga y Raimunda de Osorio— compraron el solar donde se levantaría luego el palacio. Con el tiempo, los marqueses murieron y hoy se dicen que sus almas habitan en las estancias palaciegas.
¿De dónde proviene la leyenda? Según los rumores, José y Raimunda eran hermanos por parte de padre, pero no lo sabían. Mateo de Murga, un rico comercial, había tenido relaciones con una joven pobre de Lavapiés (Madrid, España) que resultó ser la madre de Raimunda. Todo parecía una burla del destino.
Cuando Mateo murió, su hijo —a la sazón ya marqués— encontró una carta de su padre en las que el difunto exponía las razones de la oposición al matrimonio de su hijo.
Los Linares acudieron hasta al mismísimo papa Pío IX en busca del perdón por sus pecados que los conminó a vivir juntos, pero en castidad.
Pero el amor que los marqueses se profesaban era mayor que el miedo a Dios. Se dice que fruto de sus uniones carnales tuvieron una hija a la que asesinaron para evitar escándalos.
El fantasma de la niña, según se comenta, aún se pasea por el palacio entonando dulces canciones infantiles y llamando a sus padres.
Las apariciones fantasmales comenzaron a inicios del siglo XX, en medio de obras de rehabilitación del Palacio de Linares. Obreros y guardias dijeron sentir presencias fantasmales. Hasta ahora, la leyenda pervive.
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