En algún momento del Neolítico nuestros antepasados europeos decidieron erigir estructuras que hasta el día de hoy son un enigma para nuestro entendimiento, se trata de los famosos megalitos. Entre todas estas construcciones, destacan con especial relevancia aquellas realizadas en Bretaña, región de Francia, y que, a la postre, se consideran el monumento de mayor extensión de la Prehistoria. Nos referimos, sin dudas, a las misteriosas Piedras de Carnac.
En algún momento del Neolítico nuestros antepasados europeos decidieron erigir estructuras que hasta el día de hoy son un enigma para nuestro entendimiento, se trata de los famosos megalitos. Entre todas estas construcciones, destacan con especial relevancia aquellas realizadas en Bretaña, región de Francia, y que, a la postre, se consideran el monumento de mayor extensión de la Prehistoria. Nos referimos, sin dudas, a las misteriosas Piedras de Carnac en Francia.
Estas formaciones, que guardan una superficie de 8 kilómetros y se disponen en forma de hileras, datan incluso de antes de Stonehenge o las Pirámides de Egipto. Por ello, es absolutamente sorprendente que puedan ser vistas desde el espacio exterior. La interrogante aparece de golpe: ¿Cómo podría el ser humano construir algo así en una época donde todavía no existían los vuelos artificiales?
Otro misterio a resolver tiene que ver con las matemáticas que fundamentan la disposición de estos megalitos. Las proporciones y relaciones entre las distancias apuntan a un conocimiento avanzado de la geometría y el cálculo, algo increíble de realizar por las personas que tallaron y distribuyeron estos bloques de granito, cuando ni siquiera Pitágoras pensaba aún nacer.
Diversas teorías se han formado en torno a los maravillosos dólmenes y menhires de Carnac. Para los arqueólogos e historiadores, las alineaciones cumplían funciones de necrópolis o lugares donde realizar rituales funerarios. Hay quien especula que podrían ser restos de calzadas que conducían a templos o ciudades ya desaparecidas. No se excluye una relación con la enigmática Atlántida o que fueran observatorios astronómicos.
Por su parte, las leyendas, con esa característica que tienen los pueblos de mitificar los sucesos reales a lo largo del tiempo, nos hablan de campamentos romanos que fueron convertidos en piedra por la mano divina para proteger al santo patrón de la zona, San Cornelio. Otras, del mago Merlín apoderándose de la zona para realizar sus actos de encantamiento. Y hasta se cree que los megalitos son la prueba fehaciente de que tuvo lugar el diluvio universal.
Eso sí, háyase tratado de una cosa u otra, lo que más llama la atención de las misteriosas Piedras de Carnac resulta ser la alta complejidad con que fueron concebidas, lo que siempre nos hará preguntarnos cuánto de nuestra propia civilización hay en ellas y cuánto pudo haber provenido de otros universos ignotos, aún por descubrir.
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