El Cabaret de la Muerte, tiene su historia, construido a principios del siglo XX sobre lo que una vez fue la morgue, lugar que estaba maldito según las lenguas populares, y fue aún peor cuando algunos de sus clientes fueron muriendo misteriosamente; el lugar fue cerrado poco tiempo después.
Corría el año de 1930 en Montevideo, allá a orillas del Río de la Plata, un italiano decidió construir un Cabaret y cuando lo hizo no paró hasta edificar un lugar con todo el glamour de la época. Las bailarinas eran de primera clase, acompañadas por el tango, el jazz y los ritmos típicos del cabaret, deleitaban a los comensales no solo con su belleza, sino también con su elegancia y con la complicidad de una noche inesperada.
Fabiana era el nombre de la bailarina más bella del lugar, sus ojos verdes y su boca carnosa siempre pintada de rojo eran sus mayores atractivos físicos; pero lo que más llamaba la atención de los que la rodeaban era su hermosa voz que encantaba a aquellos que tenían el privilegio de escucharla.
Los clientes más importantes del Cabaret solicitaban al propietario continuamente la compañía de esta diosa y él encantado los complacía. Siete eran sus amigos frecuentes, unos más jóvenes, otros más acaudalados y otros más viejos y adinerados. A pesar de que sus mayores placeres eran la música y el baile, siempre los recibía con una hermosa sonrisa.
Un buen día Pedro Conteris dejó de acudir al Cabaret, el italiano intrigado por esta desaparición buscó en los diarios para saber alguna noticia, dado que no podía ir hasta la casa del acaudalado vejete a preguntar qué había pasado con él. La respuesta estaba en un parte mortuorio que contaban que Don Pedro Conteris había fallecido de un infarto y que su abnegada esposa lo velaría. El italiano llamó a sus bailarinas para contarles la terrible noticia. Fabiana lloró por la pérdida de su viejo amigo y decidió que aquella noche no cantaría en el Cabaret para mostrar su dolor.
Dos semanas después murió Fabián Bruzzone, cayó en la calle mientras le salía espuma por la boca, y ahí en medio de la avenida principal murió sin que nadie pudiera hacer nada. Maciel Pérez fue el siguiente, simplemente empezó a dar alaridos de dolor una noche cuando se iba del Cabaret, gritaba que algo por dentro le quemaba y que una alma piadosa lo matara para terminar con tanto sufrimiento. Lo extraño de todo esto era que los tres clientes que preferían la compañía de Fabiana eran los que iban repentinamente cayendo muertos.
El italiano fue a confrontar a la bailarina que lo recibió reluciente con una copa de champagne, apresuradamente empinó la copa, para tener el valor de enfrentar a la diosa de ojos verdes. Repentinamente el italiano se desplomó aullando de dolor. Fabiana terminaba de armar sus maletas y antes que el extranjero de su último aliento le mostró un pequeño frasco en el que se vislumbraba en una hermosa caligrafía cianuro. Y dejó al italiano morir en soledad en una de las habitaciones del Cabaret de la Muerte.
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