Dichos aterradores experimentos eran secretos y hubiesen permanecido así, si no es porque en 2010 la investigadora estadounidense Susan Rever del Wellesley College (Estados Unidos) hizo públicos los archivos del doctor John Charles Cutler...
En la búsqueda de avances médicos y científicos que conlleven a encontrar la cura a las temibles enfermedades que atacan a la humanidad, no siempre se lleva a cabo un riguroso respeto por las leyes éticas que deben regir dichas prácticas, sino que muchas veces amparados bajo la premisa de lograr un bien mayor se cometen las más crueles atrocidades.
Los terroríficos experimentos sobre sífilis en Guatemala durante los años 40, son un crudo ejemplo de esto.
Dichos experimentos eran secretos y hubiesen permanecido así, si no es porque en 2010 la investigadora estadounidense Susan Rever del Wellesley College (Estados Unidos) hizo públicos los archivos del doctor John Charles Cutler (1915, 2003), el médico que encabezó los experimentos para el servicio de salud pública de Estados Unidos.
El contenido de estos archivos simula el guión de una película de terror, pero tristemente es el recuento del infierno al que se tuvieron que enfrentar los guatemaltecos que fueron víctimas de dichos experimentos.
Se estima que entre 1946 y 1948 en Guatemala más de 1500 personas entre pacientes psiquiátricos, prostitutas, presos, ancianos, niños huérfanos y soldados de bajo rango, fueron infectados sin su conocimiento de una serie de enfermedades venéreas entre las que destacaban la sífilis y la gonorrea; con el objetivo de estudiar la eficacia de la penicilina en estos casos.
Al comienzo se intentó propagar el contagio a través de las prostitutas enfermas con sífilis y otras enfermedades venéreas al facilitárseles el acceso a las cárceles y manicomios para que mantuviesen relaciones sexuales con los hombres, pero al ver que el contagio no era cuantioso, procedieron a inocular directamente inyectando la bacteria de sífilis en el pene, brazo o espalda de las víctimas.
A un gran porcentaje de las personas infectadas no se les dio ningún tipo de tratamiento para así poder analizar los alcances de la enfermedad y su propagación a través de los años, mientras que a una pequeña fracción de personas infectadas se le suministró un tratamiento parcial que les permitiera seguir estudiando la evolución de la enfermedad.
Ya en 1956 estos experimentos habían cobrado su cuota fatídica: 83 fallecidos por complicaciones resultantes de dichos estudios. El resto de los infectados tuvieron secuelas a lo largo de sus vidas como ceguera, demencia y parálisis.
En 2010 el gobierno de los Estados Unidos pidió disculpas a Guatemala por este crimen de lesa humanidad.
Manuel Chu una de las víctimas, se quedó ciego y sordo debido a la sífilis. Su abogado denunció que recurrieron para los experimentos a poblaciones vulnerables como los indígenas.
Héctor Bardales entre lágrimas contó a la BBC en el año 2015 que fue uno de aquellos infortunados infectados mientras prestaba servicios militares en su país, en ese entonces tenía 19 años cuando fue inoculado de sífilis y sin saber que tenía dicha terrible enfermedad, contagió a su mujer quien también fue víctima de la experimentación.
"Fue algo aberrante, que nunca me podía haber esperado. Una vez fui al cuartel general y allí me abordaron. Era un hombre vestido de blanco, que me iba a poner una inyección y me decía en inglés algo que jamás olvidaré 'this is good for you' (esto es bueno para usted). Llegó un momento que perdí la memoria, no sabía en lo que andaba y toda mi vida ha sido aberrante, ha sido mala, mala, mala. Yo soy un hombre de 88 años, le serví a mi patria y no es justo que me hayan hecho esta barbaridad." — Héctor Bardales
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