León no era un policía como cualquiera, es de esas personas que se centra en la investigación y no suelta el hilo hasta no haber terminado con la pista. La violencia con la que se ha rodeado en los últimos 30 años ya no le afecta, como un novato, pero en cambio lo atormenta, no importa contra cuántos "chicos malos" se ha enfrentado, siempre aparecerán nuevos enemigos a los que debe atrapar.
León no era un policía como cualquiera, es de esas personas que se centra en la investigación y no suelta el hilo hasta no haber terminado con la pista. La violencia con la que se ha rodeado en los últimos 30 años ya no le afecta, como un novato, pero en cambio lo atormenta, no importa contra cuántos "chicos malos" se ha enfrentado, siempre aparecerán nuevos enemigos a los que debe atrapar.
Su vida no es el problema, son sus sueños lo que realmente lo atormentan, siempre se encuentra con hileras inagotables de seres inertes que lo miran desde los huecos en los que en algún momento estuvieron los ojos, esos cuencos vacíos de vida, lo observan por no haberlos salvado, y aquel triste hombre intenta desesperadamente dar con el malévolo ser que causó ese indescriptible dolor.
Cada noche es la misma historia, cada noche cuando logra conciliar el sueño se encuentra de cara con esos muertos que reclaman, sus días son cada vez más turbios, no puede concentrarse en atrapar a un malhechor real, porque su pensamiento está con aquellos muertos de sus sueños, en donde él incesantemente busca pistas para encontrar al causante de ese mal sin límites.
León se ha vuelto arisco y desconfiado, prefiere trabajar solo, porque entre pesquisa y pesquisa cuando tiene tiempo de cabecear por unos momentos esas imágenes regresan para atormentarlo y lo despiertan angustiado y lleno de ira.
Ha intentado no dormir para no tener que afrontar esa temible realidad en la que cae cada vez que cierra los ojos, pero es imposible, necesita descansar para poder atrapar a esos malditos que si existen en la vida real y que matan a personas reales y no esos fantasmas a los que persigue sin fin cada noche.
Una vez más como cada día llega la noche y con ella los miedos ya predispuestos del policía, es hora de dormir e intenta por todos los medios no acomodarse para no sucumbir ante los brazos de sus pesadillas. Pero no hay caso, ahí están nuevamente las filas de muertos que lo atormentan, las miradas vacías y esa sensación de tener que hacer justicia. Su sueño se ha prolongado durante tres horas y mira a lo lejos una luz y corre hacia ella, pero se encuentra solo con sombras que se van moviendo, sabe que el asesino está ahí y desea atraparlo; para León ya no es un sueño, es la realidad.
Su realidad se ha convertido en la convivencia con esos muertos y cazar al fantasma que los ha matado, nunca más se levantará de esa cama, está destinado a vivir hasta que alguien se apiade de él en ese horror sin solución que su propia mente creó.
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