Al igual que existe en Inglaterra un sitio mítico como Stonehenge, en Irlanda podemos encontrar un lugar muy especial, centro de poder y espiritualidad, cuya historia legendaria nos invita a visitarlo. Se trata de la Colina de Tara, mansión de reyes, una entrada al mundo antiguo y a las tradiciones celtas.
Al igual que existe en Inglaterra un sitio mítico como Stonehenge, en Irlanda podemos encontrar un lugar muy especial, centro de poder y espiritualidad, cuya historia legendaria nos invita a visitarlo. Se trata de la Colina de Tara, mansión de reyes, una entrada al mundo antiguo y a las tradiciones celtas.
Ubicada en el condado de Meath, a 40 km de Dublín, la Colina de Tara se nos presenta en todo su verdor. Una elevación caliza que fue elegida por los pobladores del neolítico irlandés temprano (o quizás de fines del mesolítico) para construir una plaza monárquica donde reunirse, realizar coronaciones y también enterrar a los reyes muertos.
No era Tara un lugar de asentamiento estable. Los monumentos encontrados en esta zona indican que sus funciones eran todas de índole social, incluyendo la defensa, los encuentros, las actividades de culto y funerarias. En especial las coronaciones eran todo un evento. En los celtas la monarquía no se heredaba, esta había que obtenerla en batalla. Una vez elegido el rey, este asumía su cargo en medio de rituales.
Los celtas realizaban allí distintas celebraciones, aunque estos transmitieron la idea de que la colina había sido usada con anterioridad por los Tuatha Dé Danamm, un pueblo mítico con poderes de semidioses que, según la tradición, eran los verdaderos habitantes de la isla.
Una de las leyendas cuenta que estos trajeron la famosa Piedra del Destino (Lia Fail), un extraordinario menhir que ruge como un león ante el verdadero rey de Irlanda. Por esa razón, los celtas creían que este monolito tenía influencia sobre la elección de sus monarcas y sobre la tierra en la cual se erige.
Entre las estructuras importantes de la Colina de Tara podemos mencionar el Recinto Real o Fortaleza de los Reyes, que albergaba justamente a la Piedra del Destino y otras dos construcciones, la Casa de Cormac y el Asiento Real. Aunque esta edificación ya no existe, se conservan aún los cimientos de las fortificaciones en forma de anillos.
Para el pueblo celta, y así se ha transmitido por generaciones, esta zona era centro de sabiduría y divinidad, donde convocar las fuerzas de la Tierra. Quizás todavía sea un vórtice energético desde donde cruzar portales u otros mundos del espíritu, o quizás simplemente sea un espacio de reflexión y encuentro con nuestros poderes interiores, pero la Colina de Tara permanecerá siendo siempre mansión de reyes, lugar de ensueños y evocación de la historia irlandesa.
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