Una de las leyendas más hermosas y apasionadas de todos los tiempos es la de los amantes de Teruel, tradición española que reza la historia de amor entre dos jóvenes llamados Isabel de Segura y Juan Diego de Marcilla, quienes fueron enterrados juntos y descansan ya por siempre en la iglesia de San Pedro.
Una de las leyendas más hermosas y apasionadas de todos los tiempos es la de los amantes de Teruel, tradición española que reza la historia de amor entre dos jóvenes llamados Isabel de Segura y Juan Diego de Marcilla, quienes fueron enterrados juntos y descansan ya por siempre en la iglesia de San Pedro.
Se dice que Isabel era muy hermosa y ya desde joven había sido flechada por la fuerza inconmensurable del amor. Juan Diego la amaba igualmente con pasión infinita, razón por la cual al tener mayoría de edad se dispuso a pedir a su dama en matrimonio.
Sin embargo, dos acontecimientos atentarían contra sus propósitos: por un lado, las familias de los jóvenes no mantenían buenas relaciones y, por el otro, Juan Diego no poseía suficientes riquezas para pretender tal unión. Los padres de Isabel aceptaron conceder la mano de su hija si el enamorado lograba conseguir una dote poderosa cual se requería.
Y sin pensarlo dos veces, cuenta la leyenda que Juan Diego se embarcó en las Cruzadas. Tan fuerte era su amor que combatió contra los moros con toda su alma, de tal suerte que, a los 5 años, ya se había hecho de numerosos botines y de dinero. Era hora de regresar a casa en busca de su amada.
Empero, un suceso inesperado acababa de tener lugar. El padre de Isabel, al ver que había pasado tanto tiempo y dando por muerto a Juan Diego, decidió desposar a su hija. Justo la noche de bodas, reaparece el joven y, angustiado por las novedades, solo atina a irrumpir en los aposentos de la pareja, donde ya duerme profundamente el cónyuge de la joven.
Exaltado, Juan Diego le solicita a Isabel un beso que la dama, de alma honesta, no concede. Y acá la leyenda señala que el joven cae abatido por la aflicción hacia una muerte profunda. Al ser enterrado su cuerpo, acontece algo mucho más desconcertante: consumida por la culpa y la pena, Isabel se acerca a depositar en los labios del joven aquel beso requerido y, para asombro de todos, ella también muere súbitamente.
Ambos cuerpos fueron enterrados juntos como símbolo de lo poderoso que puede ser el amor en nuestras vidas. Y actualmente pueden verse aún en una de las capillas de la iglesia de San Pedro aquellas sepulturas que rinden homenaje a tan hermosa tradición: la leyenda de los amantes de Teruel.
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Poe Dios, que dolor que han tenido ambos! que historia!! Espero que estén juntos en otra domensión y sean felices.
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