El cadáver de Lai Lamba Matandung pasó cuatro años en su casa, donde era tratada como si no hubiera fallecido, antes de ser enterrada en una cueva según las tradiciones funerarias de la etnia Toraja en Indonesia.
-¿Por qué el abuelo siempre está dormido? -pregunta uno de los nietos a media carrera.
El anciano está recostado sobre una cama colorida, ubicada en una esquina de la sala.
-¡Abuelo, despierta y vamos a comer! -grita otro.
-Shhh..., dejen de molestar al abuelo, está durmiendo. Lo van a hacer enojar -los reprende Mamak Lisa.
Paulo Cirinda permanece “dormido” en la estancia familiar, como ha estado desde que murió, hace más de una década.
Cirinda no es el único “durmiente” en Tana Toraja, al este de Indonesia, es uno más, entre tantos.
Entre el grupo étnico Toraja (o Toraya) está afianzada la creencia de que, aún después de que la persona muere, el alma permanece en el cuerpo inerte, y se despide de este mundo poco a poco.
Cuando alguien muere, se le considera "makula" (enfermo). Por eso, las familias conviven con sus difuntos durante periodos prolongados, y los cuidan con esmero.
Esta costumbre animista tradicional recibe en lengua toraja el nombre de “Aluk To Dolo”, que en español significa “El camino de los ancestros”.
Mientras los mantienen en casa, además de llevarles la comida necesaria para su día a día, los toraja lavan a sus difuntos y les cambian las vestimentas con regularidad, según establecen las tradiciones funerarias del centro de la isla indonesia de Célebes (Sulawesi).
Incluso, les mantienen un tazón en la esquina de su cuarto para que lo usen como inodoro.
Nunca los dejan solos, y les mantienen encendidas las luces al ponerse el sol.
“El camino de los ancestros” permite no solo vivir el duelo de manera gradual, sino que también, de ese modo, la familia tenga tiempo para ahorrar y conseguir dinero para el funeral.
Los funerales torajas son ceremonias pomposas y muy peculiares. Se extienden por días, incluso por semanas, e incluyen duelos y matanzas de búfalos, (que se cree transportan al difunto hacia el Pooya, donde reencarna el alma). También se matan cerdos. Entre más alta la posición social del muerto, mayor el sacrificio.
Luego viene el entierro, que rara vez se realiza bajo tierra. Los toraja depositan los cadáveres en cuevas, en tumbas familiares, o incluso, en ataúdes de madera que cuelgan de los acantilados.
Los niños que mueren antes de que terminen de salirles los dientes, son enterrados en árboles. No un árbol para cada bebé; en un mismo tronco joven se excavan pequeños agujeros, que luego tapan puertas de maderos o juncos. Una vez sellado el agujero, cuando el árbol crezca el niño será absorbido, y crecerá junto a la planta hacia el otro mundo.
Aun después del entierro, los toraja celebran el ritual Ma'nene, o “Limpieza de los muertos”. Cada 3 años exhuman los cuerpos de sus familiares difuntos para llevarlos a su casa, bañarlos, vestirlos con ropas nuevas y ofrecerles alguna de sus comidas o bebidas favoritas. En algunos poblados realizan un desfile de momias por las calles principales.
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