La Serpiente es una divinidad presente en la mitología de numerosos pueblos prehispánicos de Mesoamérica. En sus orígenes fue una divinidad relacionada con el agua, pero a lo largo de los siglos fue adquiriendo otras atribuciones y desdoblándose en otras advocaciones en la mitología de cada pueblo indígena donde existía su culto.
Por su nariz larga y truncada, una especie de pequeña trompa, la cara de Kukulkán parece la de un tapir.
El significado de su nombre se revela en idioma maya yucateco. K'ukulk'an: pluma y serpiente, por lo que puede traducirse al español castellano como Serpiente de Plumas (o, más comúnmente, Serpiente Emplumada).
No pocos investigadores sostienen el criterio de que este dios es el mismo Quetzalcóatl de los aztecas, debido a que su nombre, de raíz náhuatl, también se traduce como “Serpiente Emplumada”.
El origen de esta deidad se pierde en el tiempo y entre las culturas precolombinas, pues la serpiente emplumada tuvo una presencia hegemónica como símbolo deífico en toda Mesoamérica.
Kukulkán domina el cultivo, siembra maíz (el oro americano), es diestro con las herramientas de labranza, y sabe como nadie cuál es el mejor tiempo para plantar las semillas y recoger las cosechas. Viaja de continuo, portando antorchas ardientes, el fuego fecundo del sol. Domina los vientos y mantiene estrecha relación con el agua, sobre todo en forma de lluvia.
Diego Landa, cronista español del siglo XVI, de viaje por el Nuevo Mundo, escribió que los Mayas creían que Kukulkán fue persona antes que dios. Debió llegar al actual territorio mexicano desde el poniente, en fecha desconocida.
Lo que sí se sabe bien es que estableció una fuerte relación con los Itzáes, el pueblo que fundó en la península de Yucatán la ciudad de Chichén Itzá hacia el año 525 de nuestra era (d.n.e), (la que, con el tiempo, alcanzaría un porte majestuoso y sería reconocida como una de las principales urbes de la civilización Maya).
No por gusto en el siglo XIII d.n.e. los Itzáes construyeron también, para dedicarlo al culto de esta deidad, un imponente templo de forma piramidal, de nueve niveles, 30 metros de altura y una base de 55 metros con función de calendario.
Este edificio se conserva hasta el día de hoy y figura en la lista de las nuevas siete maravillas del mundo moderno.
La civilización Maya ya es historia, pero Kukulkán, aún fiel, y puntual, continúa visitando su templo, en primavera y otoño, de día y de noche, anunciando el cambio de estación.
Al inicio del ocaso, en los días de equinoccio (y también dos o tres días antes y dos o tres días después) Kukulkán desciende del cielo, serpenteando por la escalinata principal de la Pirámide de Chichén Itzá, en un efecto óptico de luces y sombras que alcanza su clímax hacia las 4:30 de la tarde.
Además, con la luna llena que sigue al equinoccio de primavera, la Serpiente Emplumada de los Mayas vuelve a descender la escalinata de piedra de la Pirámide de Chichén Itzá, en un fenómeno arqueoastronómico conocido con el nombre de “Kukulcán lunar”.
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