¿Qué representa el hablar con uno mismo?
Hay algo muy interesante en nosotros los seres humanos que a veces nos detenemos a pensar, y es eso de "hablar con uno mismo", veamos que es lo que podemos revisar sobre este tan interesante tema.
A travez del tiempo y según ciertas mitologias y leyendas, comenzaremos por Sócrates, el decía que tenía un daimon, una voz interna que lo guiaba, como un consejero espiritual. Mientras que algunas tradiciones cristianas e islámicas a travez de los tiempos han expresado que el hablar con uno mismo representa dos voces internas en conflicto, la del bien y la del mal, reflejando esa sensación de ser más de uno en el mismo cuerpo. El “nahual” en Mesoamérica o el “doble espiritual” en muchas culturas indígenas, creían que cada persona tenía un alter ego, un otro yo animal o espiritual que coexistía y con el cual podiamos comunicarnos. Y en las leyendas nórdicas y germánicas, se hablan de los fylgjur o espíritus acompañantes, como si cada ser humano tuviera una segunda entidad pegada a él.
Dentro de la filosofía por ejemplo, Platón decía que pensar es “el diálogo del alma consigo misma”. Es decir, la razón no es más que una conversación interna entre distintas partes de nuestro ser. Descartes lo llevó al famoso “pienso, luego existo”, donde esa voz interna era la prueba más clara de nuestra existencia. Nietzsche veía ese desdoblamiento como una lucha entre múltiples “yoes”, una tensión constante en la que nunca somos una sola voz pura, sino una multitud interna que pelea por el mando. William James (filósofo y psicólogo estadounidense nacido en Nueva York, el 11 de enero de 1842 y muerto en Nueva Hampshire, el 26 de agosto de 1910) habló del “flujo de conciencia”, esa corriente continua de pensamientos donde siempre hay un narrador interno que cuenta nuestra propia vida.
Por otra parte, grandes obras de la literatura Universal se han basado en este misterio interesante de "hablar con uno mismo", por ejemplo la obra fascinante "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde" (publicada por Stevenson en 1886) allí Jekyll y Hyde representan la lucha entre el “yo social y moral” y el “yo reprimido, oscuro, instintivo”. Aquí el diálogo interno se materializa en dos cuerpos distintos, pero es básicamente lo mismo que sentimos cuando hablamos con nosotros mismos y nos contradecimos.
Edgar Allan Poe, en 1839 publicó "William Wilson" un clásico donde el protagonista tiene un doble (un doppelgänger) que lo persigue toda su vida, corrigiéndolo y atormentándolo. Es la representación más clara de ese “otro yo” que no nos deja en paz, como si nuestro diálogo interno cobrara vida externa.
Otra obra maestra de terror es "Otra vuelta de tuerca" (publicada por Henry James en 1898) donde una institutriz vive un constante diálogo interno: ¿ve fantasmas reales o está inventándolos?. Aquí la “doble voz” no es de personajes, sino de la mente contra sí misma, poniendo en duda la percepción y la cordura, es magistral.
Y que decir de El Horla (de Guy de Maupassant, publicada en 1887) donde un hombre siente la presencia de un ser invisible que lo domina. No sabemos si realmente hay una entidad externa o si su propio pensamiento se ha escondido en dos. Es casi un estudio del diálogo interno convertido en pesadilla.
Lo interesante es que cuando uno se pone a pensar a profundidad sobre lo que es el "hablar con uno mismo", el terror juega muchísimo con esto porque, al fin y al cabo, el miedo más profundo es no confiar en uno mismo. El “otro yo” se convierte en fantasma, demonio, doble, voz invisible o monstruo. Y casi siempre termina preguntándonos: ¿ese diálogo interno es parte de mí o hay algo más que me habita?.
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