Era una mañana como cualquier otra, me levantaba para desayunar y continuar con la jornada común y corriente de buen periodista, pero aquella vez sucedió algo diferente. Sentada frente a la ventana en la vieja cocina, mi madre quien me había preparado unas deliciosas tostadas con mantequilla y café con leche, inexplicablemente reía sin parar.
Amig@s, con esta interesante historia continúo con la serie de cuentos cortos de terror, ideales para un instante de miedo y misterio que continuaré publicando paulatinamente.
Era una mañana como cualquier otra, me levantaba para desayunar y continuar con la jornada común y corriente de buen periodista, pero aquella vez sucedió algo diferente. Sentada frente a la ventana en la vieja cocina, mi madre quien me había preparado unas deliciosas tostadas con mantequilla y café con leche, inexplicablemente reía sin parar.
Esa antigua radio sintonizada siempre en "88.5 FM" (porque las otras emisoras ya no servían) esta vez emitía ruidos raros y entrecortados, no los comunes de cada día. Tenía treinta minutos para no llegar atrasado (tomando en cuenta que aún faltaba lavarme la boca y conducir) así que hice caso omiso a los sucesos. Rápidamente acabé con todo lo que estaba servido en la mesa y ¡mi madre seguía riendo sin parar!. Cuando le pregunté algo, ella ni siquiera me miró. Y ¿cuál era el chiste?, ¿la radio que estaba como loca?. ¡No tenía tiempo de averiguar!. —Nos vemos en la noche mamá, tendrás que contarme lo que te sucede.—
Sentí un sabor amargo y finalmente algo duro que subía y bajaba por mi tráquea, pero al rato pasó. —A lo mejor ese café me sentó mal. Ahora debo lavarme la boca y apurarme al coche. ¡Ya está!— Llaves en mano, computadora portátil, papel y lápiz al bolsillo y a manejar se ha dicho. ¡El tiempo volaba!.
Mientras conducía, empecé a ver cómo los rostros de las personas se distorsionaban, cosa que me hizo sentir temor. Me observaban con ojos moribundos y luego los viraban hacia arriba como en estado de trance. ¿Qué me estaba sucediendo?, —vamos, vamos, es solo una impresión.— Un leve dolor de estómago empezaba a molestarme. El semáforo al frente me detuvo, el tiempo en el reloj caminaba más de prisa y yo respiraba cada vez más rápido. La risa de mi madre venía nuevamente a mi mente, —¿porqué estaría así?—, me pregunté. —¿Me estaré volviendo loco?. Debo tranquilizarme.—
El semáforo al fin en verde y a seguir. Las personas me contemplaban, ¡todas me observaban con ojos oscurecidos! y ese dolor estomacal iba en aumento. —¿Tendré algo extraño en la cara?— me cuestioné unos instantes, pero al mirarme en el retrovisor del auto todo estaba bien. Las calles yacían con nieve y los niños que jugueteaban por allí me veían feo al pasar, como si yo les hubiese hecho algo.
Estaba alucinando, de seguro era eso. Ese desayuno debió caerme tan mal que hace que me salga de la realidad. Ahora en el trabajo todo será diferente. Me estacioné y al bajarme sentí un mareo intenso que casi me lanza al suelo. Otra vez el sabor amargo y el movimiento de algo extraño en mi tráquea en conjunto con ese dolor estomacal, que se intensificaba y me abatía.
De todas formas llegué al ascensor que para suerte mía, estaba completamente vacío, no como otros días.
De todas formas llegué al ascensor que para suerte mía, estaba completamente vacío, no como otros días.
El jefe había salido, mis compañeros me saludaron igual y me senté a organizar el trabajo del día. Abrí mi computadora portátil y ¡me horroricé al ver mis dedos alargados más de lo normal!.
—¿Sucede algo?— inquirió Susana, la compañera más cercana, al notar mi espanto.
—No, no... todo está bien, me pareció ver algo... pero no, tranquila— respondí.
Ella movió su cabeza como azarada y siguió con lo suyo. Me levanté por un vaso con agua, lo necesitaba.
—¿Sucede algo?— inquirió Susana, la compañera más cercana, al notar mi espanto.
—No, no... todo está bien, me pareció ver algo... pero no, tranquila— respondí.
Ella movió su cabeza como azarada y siguió con lo suyo. Me levanté por un vaso con agua, lo necesitaba.
Me fue imposible beberlo, el dolor en el esófago era más intenso y empezaba a sudar copiosamente. Sentía que el estómago me iba a explotar y la risa de mi madre venía a mi cabeza cada instante por lo que sentí extrema preocupación.
Llegué al punto de que la saliva no podía tragarla, seguido de una tos seca y violenta. Después de un largo rato así y ya recuperando mis fuerzas, me lavé la cara y cuando me dispuse a secar las manos, unas gotas de sangre cayeron sobre mi brazo. ¡Era mi nariz!, ¿hemorragia?. —¿pero cómo? ¡demonios!—
Opté por esperar hasta que ese desangre cesara producto de la coagulación. Finalmente salí del baño muy nervioso.
—Susana, ¿tengo algo diferente en mi rostro?, es decir ¿me notas extraño?—
—Estás algo pálido solamente... ¿quieres que llame a un doctor?.—
Cuando me dijo aquello, advertí cómo una punzada atravesaba mi espalda, desde la espina dorsal hasta llegar casi al corazón y de pronto, un alivio increíble.
—¿Estás bien?. Te decía si deseas un doctor... yo puedo...—
—No, no Susana, muchas gracias me siento bien... no te preocupes.—
La verdad no quería sentirme mal y la idea de un médico estaba negada para mi en ese momento a pesar de la amabilidad de mi dulce compañera. Me senté y me puse cómodo en el escritorio, iba a elaborar las notas del día y cuando abrí el cajón para tomar la agenda con los números telefónicos que necesitaba, me quede aterrorizado al ver que ¡miles de hormigas invadían mis cosas!.
—¡Susana!, ¿qué ves aquí...?— exclamé absorto.
—Nada... ¿porqué?— respondió admirada.
—¡hormigas!, ¡miles de hormigas se mueven por todo lado!
—No veo nada... Enserio Paúl, creo que debes ver al médico, esto no está bien.
Quise refutar aquello, pero ya no pude más. Unas garras afiladas apretaban dolorosamente las paredes de mi vientre y mis entrañas al tiempo que mis oídos retumbaban con un zumbido extraño y agudísimo. El tomento era como una brutal tortura que me doblegó hasta el suelo y cuando levanté la mirada Susana trataba de ayudarme y pedía auxilio... su rostro se iba desvaneciendo... gente se colaba alrededor de ella... me observaban y todo se hacía opaco y gris, estaba perdiendo la conciencia mientras el esófago se dilataba y una asfixia letal me invadía... dolor... pánico... dolor... y nada más. Todo estaba oscuro.
Cuando desperté me encontré junto a mi madre y compañeros de trabajo. Habían pasado diez horas de aquello y mamá juró nunca haberse reído sin explicación. Susana me dijo que ya todo había terminado y yo en medio de aquél hospital no comprendía nada. Unos golpecitos en la puerta alertaron la entrada del galeno que me había salvado la vida, según entendí luego cuando me dijo:
—Es increíble cómo pudo haber sobrevivido Sr. Paúl. El insecto que extraíamos de su vientre medía sesenta centímetros y estaba atravesado desde el intestino hasta su esófago. Sin dudas lo contrajo en algún alimento consumido ocho días atrás, pero lamentablemente hoy atacó. Si no se hubiese manifestado, mañana usted no estaría aquí para contarlo. Es un insecto único, extraño espécimen jamás observado. Lo llevaremos al departamento de investigación para estudiarlo junto con unas muestras que tomamos de usted. Que tenga un excelente día Sr. Paúl.—
Quedé horrorizado con aquellas palabras. Mi madre me abrazaba fuertemente, Susana me sonreía y el médico se alejaba de mí ¡riendo inexplicablemente a carcajadas como loco y sin parar!
Llegué al punto de que la saliva no podía tragarla, seguido de una tos seca y violenta. Después de un largo rato así y ya recuperando mis fuerzas, me lavé la cara y cuando me dispuse a secar las manos, unas gotas de sangre cayeron sobre mi brazo. ¡Era mi nariz!, ¿hemorragia?. —¿pero cómo? ¡demonios!—
Opté por esperar hasta que ese desangre cesara producto de la coagulación. Finalmente salí del baño muy nervioso.
—Susana, ¿tengo algo diferente en mi rostro?, es decir ¿me notas extraño?—
—Estás algo pálido solamente... ¿quieres que llame a un doctor?.—
Cuando me dijo aquello, advertí cómo una punzada atravesaba mi espalda, desde la espina dorsal hasta llegar casi al corazón y de pronto, un alivio increíble.
—¿Estás bien?. Te decía si deseas un doctor... yo puedo...—
—No, no Susana, muchas gracias me siento bien... no te preocupes.—
La verdad no quería sentirme mal y la idea de un médico estaba negada para mi en ese momento a pesar de la amabilidad de mi dulce compañera. Me senté y me puse cómodo en el escritorio, iba a elaborar las notas del día y cuando abrí el cajón para tomar la agenda con los números telefónicos que necesitaba, me quede aterrorizado al ver que ¡miles de hormigas invadían mis cosas!.
—¡Susana!, ¿qué ves aquí...?— exclamé absorto.
—Nada... ¿porqué?— respondió admirada.
—¡hormigas!, ¡miles de hormigas se mueven por todo lado!
—No veo nada... Enserio Paúl, creo que debes ver al médico, esto no está bien.
Quise refutar aquello, pero ya no pude más. Unas garras afiladas apretaban dolorosamente las paredes de mi vientre y mis entrañas al tiempo que mis oídos retumbaban con un zumbido extraño y agudísimo. El tomento era como una brutal tortura que me doblegó hasta el suelo y cuando levanté la mirada Susana trataba de ayudarme y pedía auxilio... su rostro se iba desvaneciendo... gente se colaba alrededor de ella... me observaban y todo se hacía opaco y gris, estaba perdiendo la conciencia mientras el esófago se dilataba y una asfixia letal me invadía... dolor... pánico... dolor... y nada más. Todo estaba oscuro.
Cuando desperté me encontré junto a mi madre y compañeros de trabajo. Habían pasado diez horas de aquello y mamá juró nunca haberse reído sin explicación. Susana me dijo que ya todo había terminado y yo en medio de aquél hospital no comprendía nada. Unos golpecitos en la puerta alertaron la entrada del galeno que me había salvado la vida, según entendí luego cuando me dijo:
—Es increíble cómo pudo haber sobrevivido Sr. Paúl. El insecto que extraíamos de su vientre medía sesenta centímetros y estaba atravesado desde el intestino hasta su esófago. Sin dudas lo contrajo en algún alimento consumido ocho días atrás, pero lamentablemente hoy atacó. Si no se hubiese manifestado, mañana usted no estaría aquí para contarlo. Es un insecto único, extraño espécimen jamás observado. Lo llevaremos al departamento de investigación para estudiarlo junto con unas muestras que tomamos de usted. Que tenga un excelente día Sr. Paúl.—
Quedé horrorizado con aquellas palabras. Mi madre me abrazaba fuertemente, Susana me sonreía y el médico se alejaba de mí ¡riendo inexplicablemente a carcajadas como loco y sin parar!
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Me ha recordado al bicho ese de Alien, agggg.
ResponderEliminarY más macabro... porque este hace que salgas de la realidad. Saludos Enrique.
ResponderEliminarY a mí a la solitaria sólo que este era un insecto asesino de sesenta centímetros,enhorabuena Alex me gusto mucho
EliminarGracias Freddy! Saludos cordiales.
Eliminarse dan cuenta? todo ha vuelto a empezar, aquella alucinaciones síntoma de que algo sigue adentro se manifestaron cuando dijo que el doctor se reía a carcajadas.
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