En una población que no cuenta con más de 50 habitantes, su mayor distracción es el teatro, todo el año se preparan para la esperada función que se realiza una sola vez. Todos participan en ella, unos son actores y otros público; ninguna de las dos tareas es menos importante que la otra. Forman una especie de sinergia, todos van a los ensayos a cumplir su papel, en un principio una vez luego dos veces a la semana y cuando el día de la función está por llegar ensayan hasta tres y cuatro veces al día.
En una población que no cuenta con más de 50 habitantes, su mayor distracción es el teatro, todo el año se preparan para la esperada función que se realiza una sola vez. Todos participan en ella, unos son actores y otros público; ninguna de las dos tareas es menos importante que la otra. Forman una especie de sinergia, todos van a los ensayos a cumplir su papel, en un principio una vez luego dos veces a la semana y cuando el día de la función está por llegar ensayan hasta tres y cuatro veces al día.
Su vida no es rutinaria, es diferente a lo que nosotros podemos entender por diversión, pero para estos 50 habitantes ser parte de ese teatro es su vida. Generaciones y generaciones de artistas han actuado en esas tierras y generaciones y generaciones han aplaudido en el desvencijado teatro. Porque claro como es de esperarse, si el abuelo fue público el nieto no tenía ninguna intención de ser actor, porque eso mancillaría el nombre de la familia y la alejaría de la tradición. Y si hay un poblado apegado a las costumbres, es la gente de Anitur, porque ese era nombre del olvidado paraje.
Se preguntarán cuál es entonces la emoción de esta gente en ir cada año a la única función, si la han visto miles de veces hasta llegar al 31 de febrero, efectivamente en su calendario existe dicha fecha, que para un ser que viva fuera de Anitur tal verdad representa un rotundo embuste. Pero para los Sodirruda, que es como se denominan estos ciudadanos, era un día de celebración y algarabía.
¡Ha llegado el 31 de febrero! - grita la gente con algarabía en las calles - Los Sodirruda están listos para ir al teatro, corren desenfrenados, apurando a aquel que aún está terminado de ponerse sus mejores galas. La avenida principal decorada con el color más alegre, obviamente el café, tono con el que todos visten en Anitur, esperan la llegada de ese extranjero que una vez al año por coincidencias del destino arriba al poblado. ¡Se ve un coche en la vía! exclaman emocionados los que tienen la tarea de llevar al forastero hasta el teatro.
La función empieza y el extranjero ve extrañado a los habitantes de ese pueblo, no entiende lo que hacen, al parecer quieren presentar una obra, pero nada tiene sentido. Todos hablan, nadie mantiene un orden y el desconocido desea escapar de esa confusa escena. Cuando cree que puede huir, dos hombres lo llevan hasta el escenario. ¡A llegado la hora! - vociferan al unísono - El forastero no puede huir, da golpes a ciegas pero tiene 50 personas sobre él, cuando los Sodirruda se dispersan del visitante sólo queda la vestimenta.
Ha terminado una celebración más en Anitur, mañana empezará un nuevo día en el que tengan que practicar una nueva obra para esperar una vez más la llegada del próximo 31 de febrero.
COMENTARIOS