La vida moderna no perdona; va cubriendo con un manto de cemento por donde pasa, no hay tregua para la naturaleza, pueblo o persona. La modernidad absorbe lo que tiene a su paso y si se encuentra con cosas obsoletas simplemente las destruye. Esa es la vida a la que estamos acostumbrados. "La renovación es buena, pueden defender unos, dejar el pasado de lado y olvidarnos de quiénes somos y nuestras raíces, es peligroso..." dicen otros.
La vida moderna no perdona; va cubriendo con un manto de cemento por donde pasa, no hay tregua para la naturaleza, pueblo o persona. La modernidad absorbe lo que tiene a su paso y si se encuentra con cosas obsoletas simplemente las destruye. Esa es la vida a la que estamos acostumbrados. "La renovación es buena, pueden defender unos, dejar el pasado de lado y olvidarnos de quiénes somos y nuestras raíces, es peligroso..." dicen otros.
Pero bueno, sin dar tanta vuelta, aquí no he venido a filosofar sobre la modernidad, sino a hablar de Odiblo, era o tal vez siga siendo un punto apartado en Italia, sus habitantes eran personas alegres, que con su encanto recibían a los turistas que atravesaban por su pueblo cuando se dirigían a ciudades importantes. Odiblo se había convertido en un punto de referencia para los conductores, no era raro que a pesar de su apuro se detengan a degustar un copa de vino en el pintoresco bar del pueblo. Y los que no tenían mayor apuro, no dudaban en pasar la noche en esas hermosas casas de campiña italiana.
Hasta que un día la modernidad llegó a Odiblo, la carretera que desde hace tantos años había pasado por este paraje dejó de existir y una autopista apareció, olvidando el pintoresco sitio y a sus pobladores. Los conductores no iban a perder su valioso tiempo para desviarse 10 minutos y pasar el rato en ese lugar. Solo un destartalado tren seguía arribando una vez de cuando en vez, trayendo recuerdos de mejores épocas.
Los días se fueron volviendo largos y tristes en Odiblo, sus habitantes que siempre estaban sonrientes ahora se los veía por las calles malhumorados, la música que salía de las pequeñas cantinas poco a poco se fueron silenciando. Los pequeños viñedos se secaron por el descuido y el paso del tiempo. Las noches eran cada vez más largas y los días eran oscuros y fríos.
Sombras y recuerdos era lo que traía el tren. Sombras parecían los pobladores, almas en pena que erraban sin rumbo fijo, el paso del tiempo los había detenido, gente moría y niños nacían, pero la esperanza se fue perdiendo mientras la vida pasaba rauda y veloz a solo 10 minutos de distancia de Odiblo y en cambio ellos se habían estancado, perdidos en un lugar del pasado.
Gritos desesperados se escuchaban en las noches, eran los lamentos de los pobladores de Odiblo que solo veían sombras, extrañas figuras de ellos mismos. El sol no volvió a aparecer allí y los pobladores simplemente fueron olvidados, se perdieron en recuerdos de ellos mismos de aquellos tiempos prósperos.
Verónica Terán
@VeronikTeranV
http://www.misteriosarealidad.com
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