Desde hace algunos días vivo en una casita que colinda con un caserón, la persona que me renta mi nueva vivienda me explicó que puedo hacer uso de los jardines, de los pequeños caminos llenos de flores y hasta puedo hacerme cargo de todos los animales que hay en el lugar. Pero me explicó y lo reiteró que jamás y que bajo ningún motivo me acerque al caserón. En mi curiosidad periodística, no pude evitar la infaltable pregunta: -¿por qué?-, ella no respondió, simplemente mientras se iba alejando repitió que jamás y bajo ningún motivo se me ocurra ir al caserón.
Desde hace algunos días vivo en una casita que colinda con un caserón, la persona que me renta mi nueva vivienda me explicó que puedo hacer uso de los jardines, de los pequeños caminos llenos de flores y hasta puedo hacerme cargo de todos los animales que hay en el lugar. Pero me explicó y lo reiteró que jamás y que bajo ningún motivo me acerque al caserón. En mi curiosidad periodística, no pude evitar la infaltable pregunta: -¿por qué?-, ella no respondió, simplemente mientras se iba alejando repitió que jamás y bajo ningún motivo se me ocurra ir al caserón.
Para ser sincera, disfrutaba el silencio y la calma de mi pequeña casa, era fácil sentarme a escribir sin ser interrumpida y en los momentos donde quería distraerme salía al jardín a disfrutar de los gatos, perros y conejos con los que me había encariñado y a los que alimentaba. Pero tenía la sensación de que alguien me observaba, un día pude divisar una sombra que desde una redonda ventana del caserón me miraba fijamente, levanté mi mano en señal de saludo pero la cortina se movió y la sombra desapareció.
Mi curiosidad se incrementaba, hasta llegué a pasearme disimuladamente por la puerta del caserón, para ver si desde allí podía ver algo o si tal vez con más suerte alguien salía a verme, pero no ocurrió nada. Después de esto la sensación de que me espiaban fue creciendo y una mañana encontré en mi puerta una deliciosa torta de arándanos. Me la comí feliz, con la idea de que la persona que vive en el caserón intentaba hacer algún acercamiento conmigo. Pasaron varios días y nada ocurrió. Una noche sentí una lenta respiración sobre mi y al abrir los ojos solo vi una horrible silueta de mujer; tenía un cabello largo y blanquecino, su boca casi no tenía dientes, sus ojos fue lo que más me aterró, eran negros y se podía percibir entre las sombras una terrible maldad.
Me desperté y era por la mañana, las puertas de la casa estaban completamente cerradas, tal como las había dejado en la noche, estaba inquieta, intenté pensar que fue un sueño, pero algo en mi me decía que eso había sido demasiado real, pero mi parte racional me recordaba que nadie hubiera podido entrar en mi casa. Al salir al jardín encontré otro pastel de arándanos, este ya no me lo comí con tanta emoción, pero igual lo disfruté. Al llegar la noche me aseguré de cerrar cada puerta y ventana. Al amanecer volví a sentir una respiración sobre mi. Era ella nuevamente llevaba un bastón con el que hacía sonar el piso en un compás ensordecedor mientras gritaba:
¡Jamás, jamás te acerques al caserón!
que si no viene la bruja y te matará con su bastón.
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Bueno, al menos el fantasma tenía el detalle de entregar una tarta de arandanos para disculparse de su presencia ¿no?...
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