Hera sentada en el Olimpo ve una vez más como su esposo Zeus ha bajado a la tierra a hacer de las suyas, está harta de que cada día su amado dios vaya a buscar a simples mortales para conquistarlas y dejar el planeta plagado de semidioses que luego se llevan la gloria por sus actos.
Hera sentada en el Olimpo ve una vez más como su esposo Zeus ha bajado a la tierra a hacer de las suyas, está harta de que cada día su amado dios vaya a buscar a simples mortales para conquistarlas y dejar el planeta plagado de semidioses que luego se llevan la gloria por sus actos.
Esta vez Zeus llegó hasta la gloriosa Atenas, disfrazado como un flamante caballero y pensador, dando discursos y haciendo coloquios logró la atención de una bella mujer, de la cual nadie recuerda el nombre. Con embustes y halagos el gran dios, disfrazado de humano, logró conquistarla y de aquella pasión nació una hermosa niña a la que su madre llamó Lataí. Después de engendrarla Zeus desapareció, como solía hacer después de lograr su cometido, al subir al Olimpo, Hera furiosa por una nueva traición le espetó al dios en la cara que esta vez la que pagaría las culpas no sería aquella mujer con la que había engendrado un sucio semidiós, sino que la preciosa niña sería la que cargaría el castigo.
Lataí creció y su hermosura cada día era más grande, los hombres caían rendidos a sus pies, pero ella realmente no se interesaba por ninguno, su real vocación era ayudar a la gente que tenía a su alrededor, aquel que estaba en desgracia solía acercarse a la hermosa doncella para recibir algún tipo de ayuda o simplemente para escuchar sus palabras de consuelo. Hera viendo esto decidió que era momento de cumplir su promesa y maldijo a la joven.
-Desde ahora hasta el fin de los días, con cada persona que se te acerque a contarte sus penas en tu hermosa piel se creará una horrible costra y una cicatriz, así que hermosa Lataí decide qué prefieres: tu belleza o ser útil para los demás.-
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Zeus |
Lataí decidió dejar su hogar y caminar por el mundo ayudando a las personas escondiendo su horrible imagen bajo una andrajosa capa, cada día que pasaba y mientras más ayudaba a la gente peor se ponía su piel, hasta un día donde se sentó en un lago a llorar sus penas y las costras cayeron de su cuerpo y volvió a ser ella.
Por unos días su belleza apareció, pero con su buen corazón no podía dejar de ayudar a los demás y las cicatrices volvieron a aparecer. Desde aquel momento cada cierto tiempo las costras caían para mostrar nuevamente su hermosura, pero volvían a aparecer y así vivió Lataí hasta el fin de los días entre la belleza y la fealdad, maldita por los celos de Hera.
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Nunca había esuchado de Lataí. Muy bueno. Comparto
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