Hay un olor a flores en el ambiente, es Cloris que está sentada en lo alto de los pastizales, está sumida en su dolor y en sus pensamientos, una nube roja y violeta la rodea, hace juego con su vestido blanco que se ondea leventemente con el viento que le acaricia el rostro.
Hay un olor a flores en el ambiente, es Cloris que está sentada en lo alto de los pastizales, está sumida en su dolor y en sus pensamientos, una nube roja y violeta la rodea, hace juego con su vestido blanco que se ondea leventemente con el viento que le acaricia el rostro.
Cloris ha sido abandonada, aquel malvado ser que la raptó hace tanto tiempo ahora ha decido dejarla a su suerte. — Ya no te necesito — le ha dicho sin más y la ha cambiado por una ninfa más joven; las flores y sus olores ya no me agradan ahora quiero encontrarme con la música. Y así sin más palabras el dios del viento Boreás la ha dejado en un país lejano, ni siquiera fue capaz de ponerla en un prado cercano al que en algún momento fue su hogar.
Los habitantes de las cercanías la miran desde lejos, y mientras más se le acercan van sintiendo la nostalgia y la melancolía en sus corazones, son las flores de Cloris que emana un vapor encantado, que va con su estado de ánimo, hoy es la soledad, y quiere que cualquier persona que se le acerque la sienta, sufra como ella lo que está haciendo. No sabe realmente si es por el abandono o por la lejanía de su lugar de origen, pero sus flores van volviendo tristes a las personas que la rodean.
En el pueblo la gente llora, la ninfa siente su dolor y sabe que está acompañada, el mundo llora la desolación de aquella hermosa mujer que controla la flora. Un joven desea consolarla, pero mientras más se acerca su sufrimiento crece, los vapores rojos y violetas no lo dejan continuar, cae sumido en sus propias penas al pie de la ladera. Cloris lo mira y siente su dolor, él sigue intentando acercarse, pero la pena es inmensa, la ninfa se acerca hasta aquel muchacho y se sumen en un abrazo lleno de lágrimas, cada uno tiene por que llorar y así sin más valor se va dispersando y todo va volviendo a la normalidad.
El joven y la ninfa caminan sin hablar calmando su propia melancolía para luego fundirse en un largo beso que llena el ambiente de un olor a rosas blancas que llena de amor a quien los rodea.
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