En la antigua Escocia existe una isla llamada Staffa entre cuyas más encantadoras cuevas puede contarse aquella que los celtas denominaron Uamh-Binn, o gruta de las melodías. Se trata, sin dudas, de la Cueva de Fingal, toda una catedral marina erigida hace más de 60 millones de años por esa inigualable fuerza creadora, la madre naturaleza.
En la antigua Escocia existe una isla llamada Staffa entre cuyas más encantadoras cuevas puede contarse aquella que los celtas denominaron Uamh-Binn, o gruta de las melodías. Se trata, sin dudas, de la Cueva de Fingal, toda una catedral marina erigida hace más de 60 millones de años por esa inigualable fuerza creadora, la madre naturaleza.
Como ocurre con la Calzada de los Gigantes, en Irlanda del Norte, la Cueva de Fingal está formada de basalto hexagonal, rasgo que la identifica y hace que luzca tan parecida a las catedrales góticas del medioevo tardío.
Por su parte, los vikingos la llamaban “isla de los pilares” en alusión a estas estructuras en forma de columnas muy verticales y elevadas, talladas en plena roca virgen, como si de una obra de arte se tratara.
El proceso de cristalización de la lava durante los lentos movimientos geológicos del planeta y el mar enfurecido consiguieron lo que escasamente lograría un gran artífice de la arquitectura: imponentes hexaedros, formas triangulares y octaédricas, y arcos regulares con una acústica sobria, casi eclesiástica.
La entrada es una oquedad estrecha por la cual apenas cabría un barco. La gruta se extiende durante 50 metros aproximadamente. Los pasillos maravillan por los ecos del sonido del mar repercutiendo en su interior.
El nombre de esta gruta se debe a Fingal, héroe mítico de la poesía épica irlandesa, de quien se dice que unió Irlanda y Escocia. Según las leyendas, la famosa Calzada de los Gigantes se extendía hasta alcanzar la cueva antes de que la batalla entre los gigantes la destruyera.
En la actualidad, la Cueva de Fingal constituye otro espléndido lugar del planeta ante cuya presencia nos sentimos fascinados, toda una catedral marina para venerar con asombro las maravillas de nuestra misteriosa realidad.
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