La práctica desató la crítica feroz de organizaciones defensoras de los animales, pero la moda de los gatos embotellados crecía sin parar en internet.
Nadie lo duda, los gatos son una de las mascotas preferidas y, también, tienen una presencia fenomenal en Internet.
Gatos en caminadoras (cat treadmill), combinaciones de rostros humanos y gatunos (cat face) y mininos en calcetas (meowfit) han sido, en su momento, tendencia popular en la red de redes.
Pero quizás el más polémico de todos los sucesos sea la difusión, en el 2000, de la moda de los "gatos bonsái".
A finales de ese año una página web daba instrucciones sobre cómo embotellar a un gato pequeño (de pocos días de nacido) con fines puramente ornamentales.
Supuestamente, los felinos crecían dentro de una botella de vidrio, respiraban a través de agujeros en el cristal y comían y excretaban mediante sondas.
La práctica desató la crítica feroz de organizaciones defensoras de los animales, pero la moda de los gatos embotellados crecía sin parar en internet.
Pero todo fue una broma de mal gusto. Investigaciones estadounidenses —impulsadas por el revuelo de las protestas— revelaron que el doctor chino (Dr. Michael Wong Chang) que anunciaba la venta de los mininos embotellados, no existía.
El polémico sitio web que enseñaba cómo "fabricar" gatos-bonsái estaba alojado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Es decir, todos los indicios apuntaban a la broma de un estudiante inescrupuloso.
De hecho, las fotografías de los gatos-bonsái eran todas falsificadas, con montajes realizados con programas de ordenador.
El caso de los gatos-bonsái demuestra el impacto de las nuevas tecnologías y cómo pueden estas crear una leyenda urbana de la noche a la mañana, con un eco mediático enorme.
Desde hace tiempo se sabe que lo de los gatos embotellados era una broma, pero en internet todavía proliferan sitios que abordan el asunto como una posibilidad real.
En su momento hasta el Buró Federal de Investigaciones de los Estados Unidos (FBI) tomó cartas en el asunto, y todos quienes investigaron no hallaron pruebas para inculpar a los autores de la macabra broma.
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