En medio de la populosa Tokio, en Japón, en el distrito financiero —sede de muchísimas multinacionales y compañías de negocios— se encuentra un sitio para la historia de la ciudad. La modernidad de la capital no logra sepultar el Mausoleo de Taira no Masakado, un samurai reverenciado como un dios.
En medio de la populosa Tokio, en Japón, en el distrito financiero —sede de muchísimas multinacionales y compañías de negocios— se encuentra un sitio para la historia de la ciudad.
La modernidad de la capital no logra sepultar el Mausoleo de Taira no Masakado, un samurai reverenciado como un dios.
Taira no Masakado condujo una rebelión contra el gobierno de Kyoto —en la primera mitad del siglo X—. Era de noble origen y sirvió en la corte japonesa.
Un año antes de su muerte protagonizó una embestida contra el poder del emperador. Al cabo de varios meses fue capturado y decapitado. Precisamente ahí comienza el auge de su leyenda.
Cuentan las historias, que, tras varios días de exposición pública, la cabeza cortada del guerrero no se descomponía y que parecía llena de vida.
Meses más tarde el rostro parecía contraído en un gesto de rabia. Una noche la cabeza de Taira no Masakado comenzó a resplandecer, saltó del suelo y voló hacia la ciudad natal del samurai.
Los habitantes del actual distrito de Otamachi dieron sepultura a la cabeza del líder decapitado.
Años más tarde, comenzaron los avistamientos de la cabeza voladora de Taira no Masakado, en expresión fiera y buscando venganza. Su alma, dicen, buscaba la paz.
Así, por temor, comenzaron los rezos y plegarias del pueblo llano junto a la tumba del guerrero.
Las apariciones se asocian también a desastres como epidemias y terremotos. Pero, si se le venera bien, según dicen, el fantasma puede traer prosperidad y bonanza.
Aunque en el siglo XIX el gobierno japonés descalificó a Masakado como enemigo del Imperio, luego de la segunda guerra mundial —guerra donde Japón resultó uno de los perdedores— el samurai rebelde fue reivindicado en parte por su gran popularidad entre la gente común.
La muerte de Taira no Masakado llenó de hondo pesar y dolor a muchos japoneses. Hoy su sepulcro es un sitio de visita obligada para todos los que lo consideran protector de la ciudad y el país.
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