El Tercer ojo es un concepto místico y esotérico que hace referencia a un ojo invisible o vórtice energético y etérico que proporcionaría una percepción más allá de lo que se podría percibir con la vista ordinaria.
Entre los dos tálamos, muy incrustada en nuestro cerebro, hay una pequeña glándula de unos 8 milímetros a quienes muchos consideran el “tercer ojo”.
El filósofo francés René Descartes, por ejemplo, quien vivió hace unos siglos ya, aseguraba que esta glándula, cuyo nombre es “epífisis”, es el asiento principal del alma humana.
El sabio justificaba su argumento por el hecho de que la epífisis era el único órgano de la cabeza humana que no aparecía conjugado, o sea, que no tenía un par simétricamente ubicado al otro lado del plano sagital.
Y no andaba del todo descarriado Descartes, pues, aunque las investigaciones modernas demostraron luego que la también llamada glándula “pineal” (es muy parecida a la semilla del pino), o glándula pituitaria, es de hecho un órgano conjugado, sus dos hemisferios están casi fusionados.
Lo cierto es que la epífisis, la última de las glándulas endocrinas cuya función fue identificada, sigue siendo misteriosa.
Entre sus funciones, se encuentra la de secretar dimetiltriptamina (DMT), una sustancia psicotrópica alucinógena que se supone juegue un papel en los sueños.
Según la ciencia, es sobre las 7 semanas de su desarrollo cuando el feto recibe la fuerza de vida individual, o sea, cuando ya puede ser científicamente considerado como un ser humano. Justo entonces, la glándula pineal secreta la primera inundación de DMT en nuestro cuerpo, y repetirá esta abundancia en dos ocasiones más: en el momento de nacer y en el momento de morir.
Además de por intervenir en los sueños, a la DMT se le reconoce su actividad en experiencias de meditación profunda, estados chamánicos de conciencia, psicosis, emergencia espiritual y experiencias cercanas a la muerte. No por gusto se le ha reconocido a la epífisis la cualidad de “tercer ojo”, o sea, la capacidad de “visión superior”, metafísica, la capacidad de ver y percibir información más allá del espacio-tiempo y más allá de la conciencia, la capacidad de funcionar como puente entre los mundos físico y espiritual.
Además, la glándula pineal, estimulada por la luz, secreta la serotonina (hormona de la alegría y el bienestar), y la melatonina (hormona que desempeña un papel estratégico en la regulación de los ritmos biológicos: dirige los ciclos de sueño y vigilia, la sed del cuerpo, el hambre, los deseos sexuales y el reloj biológico que determina nuestro proceso de envejecimiento).
Desde otra perspectiva, el concepto de “tercer ojo” no se refiere a un punto orgánico en concreto, sino a un punto invisible, energético, al que también se le adjudica la capacidad de percibir más allá del alcance ordinario de nuestro sentido de la visión.
Dentro de esta corriente, algunas tradiciones espirituales de origen dhármico, como el hinduismo, identifican el “tercer ojo” con “ajna”, el chakra localizado en el entrecejo (¡qué coincidencia!), el sexto en la línea de estos vórtices de energía. Y también lo conciben como la puerta hacia experiencias extrasensoriales, de la telepatía, la clarividencia, de los sueños lúcidos y las proyecciones astrales.
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