Los exámenes corregidos yacian sobre la mesa. Eva estaba nerviosa y notaba sus manos húmedas...
En aquel internado se sentía presionada. En otros colegios por los que había pasado, destacó siempre como alumna modélica, y su padre (un influyente empresario) estaba orgulloso de ella. Pero allí, últimamente, las cosas no le salían muy bien. E1 trimestre pasado había sido un desastre, a pesar de haberse esforzado más que nunca. Era lógico que se sintiera desmotivada: cada trabajo que entregaba o prueba que realizaba no reflejaba en absoluto sus esfuerzos. Esta absurda situación la había arrastrado a jugárselo todo en un examen.
Estas demoledoras reflexiones se las formulaba al mismo tiempo que los examinadores apilaban las hojas de los exámenes corregidos sobre la mesa. Eva estaba nerviosa y notaba sus manos húmedas. Cuando cotejó los resultados, no lo podía creer: las primeras pruebas habían salido bien pero la última, la que más puntuaba, había sido un desastre... ¡Qué iba a decirle a su padre!
Sintió vértigo, su cabeza comenzó a girar a gran velocidad. Eva recreó de manera obsesiva la vergüenza que experimentaría al entregar la calificación a su padre.
En ese momento, y sin que nadie la observara, extrajo de su plumier dos lápices con la punta afilada. Con decisión, se los introdujo por las fosas nasales. Tomó aire, respiro jadeante, y después se agarró con firmeza a la mesa. A continuación estrelló con todas sus fuerzas la cabeza contra el pupitre. Los lápices atravesaron el cráneo sin encontrar oposición como hubieran hecho dos alados punzones. La muchacha se desplomó fulminada.
El contrapunto más trágico de esta macabra historia lo aporta el dato de que, una vez acontecidos los hechos, y tras una nueva comprobación, fueron conscientes que hubo un error en la corrección de los exámenes. Eva, había superado el examen sin ninguna dificultad.
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