Vivimos en un tiempo signado por los avances de la ciencia, la electrónica, las comunicaciones inalámbricas, Internet, la biotecnología... Todo nos hace pensar que quedaron superados los viejos mitos mágicos del pasado. No obstante, la realidad no es de un solo color. Hay quienes hablan de una ciencia oculta donde lo prodigioso supera las leyes naturales y el conocimiento más convencional de los hombres del presente. A este conocimiento le llaman «ocultismo» y sus practicantes y seguidores rehúsan ser tildados de hechiceros.
Vivimos en un tiempo signado por los avances de la ciencia, la electrónica, las comunicaciones inalámbricas, Internet, la biotecnología... Todo nos hace pensar que quedaron superados los viejos mitos mágicos del pasado.
No obstante, la realidad no es de un solo color. Hay quienes hablan de una ciencia oculta donde lo prodigioso supera las leyes naturales y el conocimiento más convencional de los hombres del presente. A este conocimiento le llaman «ocultismo» y sus practicantes y seguidores rehúsan ser tildados de hechiceros.
Alquimia, Magia, Adivinación, Tipos de Amarres de Amor, Percepción extrasensorial... Todo eso y más implica el ocultismo, según dicen, empeñado en resolver los más profundos misterios del universo y otorgar poderes sobrenaturales a los hombres —al menos a algunos elegidos—
Pero el estudio de las ciencias ocultas se asume también como conocimiento, un saber alterno relacionado con eventos paranormales que la ciencia tradicional no puede explicar ni en teoría ni mediante experimentación. La «realidad espiritual» y no la razón parece ser el verdadero campo del ocultismo.
Maltratadas y preteridas a través de la historia humana, tanto en épocas de estricto ordenamiento religioso como en momentos de iluminación científica, las ciencias ocultas se han protegido en sociedades cerradas, sectas y órdenes que buscan preservar el conocimiento de lo oculto.
Para los ocultistas, espíritu y materia son dos polos que se complementan bajo el mandato de una sabiduría universal. Aunque distintos, estos polos no están necesariamente en oposición y sí dirigidos a cubrir espacios diferenciados: de una parte, la consciencia, y de otra, el mundo de los fenómenos.
Quizás el texto histórico más importante para comprender las ciencias ocultas pertenece a Henricus Cornelius Agrippa von Nettesheim. El libro, aparecido en el siglo XVI, recorre el pensamiento medieval europeo e intenta otorgar validez a las prácticas de la alquimia, la medicina, la astrología y la magia.
Otro nombre asociado con la búsqueda de verdades ocultas es el de Leonardo da Vinci, un artista y hombre obsesionado con la ciencia durante el renacimiento.
A partir del siglo XIX se comprueba el despegue del estudio de las ciencias ocultas en Europa con la publicación de varios textos significativos y el surgimiento de grupos de estudio guiados por destacados conocedores profundos del ocultismo.
Pero, ¿cómo justifican las ciencias ocultas misterios como el de la Levitación, la Adivinación del pasado y el futuro, Amarres de Amor Caseros, la Magia, entre otros, sucesos supuestamente imposibles como una caminata sobre las aguas, hechos que los ocultistas creen y dicen haber presenciado?
El ejemplo del rayo —la electricidad— le viene como anillo al dedo. Durante muchos siglos los fenómenos eléctricos fueron un misterio para el hombre; cosas de dioses y de magia. Hoy se sabe qué produce el rayo, qué es esa fuerza invisible.
Como el mismo rayo, cientos de misterios insondables siguen sin develarse hasta hoy. Las ciencias ocultas dice tener las respuestas a esos secretos.
Uno de los ocultistas más reconocidos por la historia es Christian Rosenkreuz, un alemán que, en el siglo XV, se vinculó al esoterismo en su peregrinar por el mundo árabe. Luego, al regresar a Europa, fundó la Fraternidad de la Rosa Cruz (Orden Rosacruz).
En el siglo XIX, destaca la figura de Eliphas Lévi, considerado por la historia como escritor, mago y ocultista. Su libro "El gran arcano" del ocultismo revelado se cuenta entre los hitos mayores de la literatura esotérica.
Es una obra difícil, compleja y misteriosa. En ella Lévi menciona la existencia de una «última verdad del ocultismo», un secreto milenario al que según dice, pocos humanos han tenido acceso.
También en el siglo XIX se publican los textos de la ocultista rusa Helena Blavatsky, "Isis sin velo" y "La Doctrina Secreta". A Blavatsky se le atribuyen grandes poderes de clarividencia. Se dice que su dedicación al servicio del ocultismo le quebrantó la salud. Fundó la Sociedad Teosófica de Nueva York para analizar los cientos de inexplicables fenómenos naturales.
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